Siempre me ha sorprendido la similitud
entre La chaqueta metálica y El sargento de hierro, dos cintas bélicas
estrenadas en fechas similares, 1986 en el caso de la película dirigida por
Clint Eastwood y apenas un año más tarde para el que sería el penúltimo título
filmado por Stanley Kubrick, aunque si tenemos en cuenta los largos procesos de
pre y post producción de las obras del director de La naranja mecánica, no es
de extrañar que lo que es el rodaje de ambas producciones se solapara en el
tiempo. Pero para hablar de las semejanzas entre una y otra película primero
habremos de diferenciarlas, y es que mientras que El sargento de hierro forma
parte de esa filmografía más evasiva y menos autorial de un Clint Eastwood que
ha acabado manifestándose con el paso de las décadas como uno de los grandes
cineastas de las últimas décadas, la película de Kubrick mantiene ese tono
constante en la obra de su máximo responsable marcado por la obsesiva gestación
de obras de primer nivel a todos los aspectos, cinematográfico como es obvio,
pero también social, idea que encaja dentro de la perfeccionista personalidad
de un autor que a lo largo de su filmografía trataría, además, de abarcar buena
parte de los diferentes géneros cinematográficos, siendo esta la segunda
ocasión en la que Kubrick abordaba el género bélico tras la opresiva y
pesimista Senderos de gloria, todo un canto al pacifismo y un golpe directo
sobre el belicismo más recalcitrante.
Pero una vez tenemos claro que ambos
títulos se mueven en terrenos intencionales diferentes, incluso opuestos, podemos
unificarlos en base a dos características principales que pasamos a desglosar a
continuación, y que son las que confieren a ambas películas su particularidad
como perfecto exponente de un programa doble de cine:
Esquema
narrativo: Ambos
títulos están fragmentados en dos grandes bloques narrativos. El primero de
ellos narra el proceso de instrucción de un grupo de soldados novatos, quienes
están totalmente incapacitados en el momento en que son presentados en escena
para entrar en combate, idea que se manifiesta de manera evidente además en
ambas películas. Si que la película de Kubrick, afín a sus mayores expectativas
artísticas, plasma mejor la deshumanización de estos cadetes, perfectamente
refrendada en la secuencia de arranque en la cual les van afeitando la cabeza,
eliminado de esta forma las posibles diferencias que pudieran existir entre los
diferentes personajes y englobándoles dentro de un gran todo, el ejército. En
el caso de El sargento de hierro este grupo de soldados es presentado de manera
más desenfadada, de hecho dejando de manifiesto que son los inadaptados dentro
de las diferentes compañías del cuartel militar donde tiene lugar esta primera
mitad de película. Es en este momento en el que entra en escena la figura del
sargento instructor, a quien dan vida el propio Clint Eastwood en el caso de El sargento de hierro y un
debutante R. Lee Ermey en lo que respecta a La chaqueta metálica. Ambos actores
componen a un militar de la vieja escuela de manual, una figura que lejos de
paternalismos y consejos de amigo encara la función de tratar de tomar a un
grupo de niñatos con la cabeza llena de pájaros y quienes de hecho banalizan la
guerra, y convertirlos en soldados, evitando o tratando al menos de evitar que
estos mueran en el momento en que les toque entrar en combate. Es por ello que
son presentados como personajes malcarados, solitarios, huraños y totalmente
autoritarios, que no dudan en vejar a los hombres a su cargo en aras de un bien
superior, su propia supervivencia en caso de tener que participar en el frente.
Ermey obtendría un gran reconocimiento gracias a su papel, el primero de su
carrera, y es que de hecho el propio actor había sido sargento instructor de
los marines y enviado a Vietnam, por lo que no es de extrañar que su personaje
acabara calando hondo en el imaginario colectivo, convirtiéndose en todo un
modelo a la hora de afrontar este tipo de personajes. Eastwood no se queda
atrás a la hora de ser un hijo de mala madre con sus propios hombres, aunque en
el caso de su personaje hace extensivo ese mal humor a todo aquel que se cruce
en su camino, superiores militares incluidos.
Y una vez tiene lugar este primer
tramo de película que aborda el proceso de mutación de un grupo de hombres en
soldados, con dramático final en el caso del título de Kubrick y con momentos
mucho más divertidos y ligeros para la película de Eastwood, sirviendo como ejemplo
esa primera aparición del sargento de artillería Tom Highway ante sus subordinados,
ambos títulos evocan un giro de ciento ochenta grados en su trama para plantar
a esos mismos hombres de cuya formación militar hemos sido testigos en una
situación de guerra real, y así, mientras los reclutas de Kubrick combaten en
Vietnam, los de Eastwood hacen lo propio durante la ocupación de la isla de
Granada. En este caso las dos películas entran de lleno en el género bélico,
narrando ambas con gran acierto la contienda, aunque una vez más siendo La
chaqueta metálica mucho más intensa en intenciones frente a una El sargento de
hierro que se erige como un vehículo principalmente de acción. Es durante estos
enfrentamientos que somos testigos de la labor de adiestramiento mostrada en la
primera mitad de metraje, donde el rol de villanos con el que han tenido que cargar
los personajes de Ermey y Eastwood cobra toda su importancia, ya que han sido
capaces de adiestrar a unos hombres para matar a otros hombres. Y es en este
momento en el que enlaza el otro gran tema sobre el que ambas películas pivotan
en común.
Antimilitarismo
en cine bélico: Y es
que mientras encontramos películas englobadas dentro del género de guerra que
son poco más que panfletos militaristas encargados de edulcorar unas
situaciones que poco tienen de glamurosas o heroicas, caso de Boinas verdes,
gestada por John Wayne, o Top Gun, que sería el principal reclamo que
aumentaría las tasas de alistamiento militar en la década de los ochenta en
Estados Unidos, existe otra vertiente dentro de este género que lo utiliza de
hecho como crítica al militarismo y por ende a las guerras. Es lo que sucede en
ambos casos respecto a los títulos tratados. Y es que, como apuntábamos con
anterioridad, Kubrick ya venía de golpear duro contra el estamento militar con
una obra maestra como es Senderos de gloria, mereciendo la pena a este respecto
acercarse al capítulo de Historias de la cripta titulado Yellow, y es que una
vez lo vean sabrán el por qué de esta recomendación aquí y ahora, haciendo lo
mismo tres décadas más tarde con un título que vuelve a hablar de la
deshumanización de los soldados y de su utilización en fines que nada tienen
que ver con la libertad, la paz o el heroísmo. No es de extrañar que la
película careciera de ningún tipo de apoyo económico ni público por parte del
ejército de los Estados Unidos, quien se veía atacado a través de la obra de
Kubrick. Lo mismo sucedería con El sargento de hierro, aunque en este caso el
ejército sí que parecía de inicio complacido con el guion de la película. Todas
estas expectativas se volverían en su contra al ver como trataba la película a
los militares de carrera, haciendo lo mismo curiosamente La chaqueta metálica
con este grupo de militares de despacho, así como en la forma en que
ridiculizaba una institución aparentemente tan jerarquizada y bien armada a
nivel de organización. Años duros pues para unas fuerzas armadas que no dejaban
de recibir golpes desde las salas de cine, siendo Rambo, y con muchos matices,
su único aliado en plena segunda mitad de la década de los ochenta
cinematográficamente hablando.
Dos títulos pues con más cosas en
común de lo que pudiera parecer de inicio, pudiendo citar para acabar, una
última coincidencia entre La chaqueta metálica y El sargento de hierro. Que
ambas son obras de dos grandes directores de la historia del cine.
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