lunes, 27 de enero de 2025

8. EL HOMBRE ELEFANTE

EL HOMBRE ELEFANTE

 

Año de producción: 1980

Duración: 125´

FICHA TÉCNICA

 

Dirección                                 David Lynch
Guion                                      David Lynch/Eric Bergren/Christopher De Vore
Fotografía                               Freddie Francis
Música                                    John Morris
Producción                             Mel Brooks

INTERPRÉTES

Anthony Hopkins                     Dr. Frederick Treves
John Hurt                                John Merrick
Anne Bancroft                         Mrs. Kendal
John Gielgud                          Carr Gomm
Wendy Hiller                           Enfermera
Freddie Jones                        Bytes
Michael Elphick                     Guarda nocturno
Hannah Gordon                     Mrs. Treves
Lesley Dunlop                        Nora

SINOPSIS

El doctor Frederick Treves encuentra en una feria ambulante a un hombre con el rostro y el cuerpo deformado por una extraña enfermedad que es expuesto como si de un monstruo se tratara. Apiadado de esta persona decide ayudarle dándole alojamiento en el hospital en el que presta sus servicios, descubriendo que John Merrick, que es como se llama este hombre, posee una enorme sensibilidad además de una notable erudición.

COMENTARIO

Un título con el que podemos evidenciar que las apariencias engañan, y no solo por la historia que se cuenta, sino por quien nos la cuenta. Así, son dos los nombres propios que merece la pena destacar como máximos responsables de que El hombre elefante se convirtiera en uno de los grandes títulos en el año de su estreno, llegando a atesorar nada menos que ocho candidaturas a los Oscar y siendo sin embargo una de las grandes derrotadas en la historia de estos Premios al no conseguir ninguno. Y es que ese mismo año se enfrentaría a títulos como Toro salvaje, Tess o Gente corriente, lo que sin embargo no ha evitado que El hombre elefante se haya convertido con el paso de los años en un clásico a reivindicar y en una de las mejoras películas de su director. Sería David Lynch en su segundo trabajo como cineasta y tras la sorprendente Cabeza borradora (1977) quien nos presentara la primera de las sorpresas de una película que si bien en su prólogo presenta ecos del cine surrealista practicado por Lynch podemos ubicar como en las antípodas del tipo de películas surgidas de la imaginación del responsable de Terciopelo azul (1986), Carretera perdida (1997) o Mullholand drive (2001). Así, la película presenta una estructura narrativa lineal y unas secuencias que se mueven dentro de un tipo de cine más normativo y clásico, un estilo contrario al que nos acostumbraría Lynch. La segunda sorpresa la encontramos en el hecho de que el  principal responsable de que exista El hombre elefante es un Mel Brooks cuyo nombre es sinónimo de comedia alocada y parodia, siendo su bagaje como director en películas como Los productores (1967), El jovencito Frankestein (1974), Sillas de montar calientes (1974), Máxima ansiedad (1977) o La loca historia de las galaxias (1987) el que de inicio hiciera parecer anómala su presencia en una película de corte tan dramático como la presente. Aunque en honor a la verdad sería el socio de Brooks, Stuart Cornfeld quien, al recibir el guion de la película, escrito entre otros por el novio de su niñera, se enamorara de la historia y obligara a Mel Brooks tanto a leerlo así como a ver Cabeza borradora. Después de ambas experiencias Brooks tendría claras dos cosas, harían la película y David Lynch sería su director.

La película está basada en la vida real de John Merrick, un hombre con una serie de horribles malformaciones provocadas por el denominado síndrome Proteus, una enfermedad que causa un crecimiento excesivo de la piel así como un desarrollo anormal de los huesos acompañada además por  la aparición de numerosos tumores, siendo su caso posiblemente el más extremo de cuantos se han documentado de esta dolencia. Merrick viviría en la Inglaterra victoriana de finales del Siglo XIX y su terrible apariencia haría que pasara buena parte de su corta vida, moriría con veintisiete años, como un fenómeno de feria entre circos ambulantes y el mundo de la farándula, siendo rescatado de esta dura vida por el doctor Frederick Treves, pudiendo de esta forma pasar los últimos años de su vida en unas mejores condiciones así como pudo llegar a relacionarse con sus semejantes como un hombre más. Uno de los libros que son la base del guion de la película lo escribiría precisamente el propio doctor en 1923 bajo el nombre de El hombre elefante y otras reminiscencias, siendo la otra obra escrita que serviría de fuente de documentación para abordar el guion de la película la publicada por Ashley Montagu en 1971 bajo el título de Un estudio de la dignidad humana.

En su afán por ofrecer un título que presentara esa pátina de cierto tono cercano al estilo documental en su estética, Lynch apostaría por un blanco y negro excelentemente fotografiado por Freddie Francis, quien curiosamente brindaría su último trabajo con Una historia verdadera (1999), también dirigida por David Lynch y el otro título dentro de la filmografía de su director junto a El hombre elefante que se aleja frontalmente del tono surrealista de toda su obra. El rodaje en exteriores, la música de John Morris respaldada por temas como el Adagio para cuerdas de André Previn, la notable labor de caracterización y un exhausto trabajo de maquillaje para poder hacer creíble la presencia del personaje de John Merrick son los otros elementos que confieren a la película una enorme pátina de realidad. La película sería montada además por Anne V. Coates, editora de ese otro gran clásico como es Lawrence de Arabia (1962), lo que reafirma la colección de enormes profesionales que trabajarían en la película.

A todo lo anterior hay que sumar un conjunto de soberbios actores que confieren a la película unas interpretaciones que son las que elevan aún más el conjunto final, haciendo de la película de David Lynch prácticamente un clásico casi desde el mismo momento en que fue estrenada. Así, podemos ver en papeles más secundarios a intérpretes de la talla de un John Gielgud visto en títulos de la talla de Hamlet (1948), Julio Cesar (1953),  La vuelta al mundo en 80 días (1956), Campanadas a medianoche (1965), Las sandalias del pescador (1968) o Asesinato en el Orient Express (1978), y quien curiosamente coincidiría sobre los escenarios con la verdadera Madge Kendal, el personaje de actriz a quien da vida en pantalla Anne Bancroft, quien además de ser la mujer de Mel Brooks hasta su fallecimiento en 2005 participaría en títulos tan conocidos como El graduado (1967) o Jesús de Nazareth (1977). Pero si hay dos nombres propios a destacar en El hombre elefante esos son los de un Anthony Hopkins brillantemente comedido en su papel del doctor Treves, un Hopkins que una década más tarde alcanzaría el espaldarazo definitivo a su carrera gracias a su papel de otro doctor en las antípodas de su personaje en El hombre elefante, el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos (1991). El otro gran nombre propio es de un John Hurt a quien le  tocaría lidiar con un maquillaje infernal que le sometería a siete horas de trabajo diario solo para poder caracterizarse como John Merrick, una labor de maquillaje que obligaría al intérprete a trabajar un día y descansar el siguiente dado lo laborioso de su caracterización. Hurt, quien apenas un año antes había protagonizado una de las escenas más recordadas de la historia del cine en Alien, el octavo pasajero (1979) con la criatura emergiendo de su pecho, utilizaría especialmente la voz para ofrecer una interpretación igualmente sublime, siendo de hecho nominado al Oscar a Mejor Actor Principal perdiendo ante el Toro salvaje (1980) de Robert De Niro.

La película posee en base a su historia ecos de títulos anteriores como La parada de los monstruos (1932) o El callejón de las almas perdidas (1947), en tanto todas se desarrollan parcialmente al menos en un circo ambulante presidido por “monstruosas criaturas”, tratando igualmente ambas el tema del diferente. Pero igualmente sería la predecesora de un tipo de dramas protagonizados por personajes con enfermedades extrañas del tipo de la sufrida por John Merrick, tal y como sucede con la película de Peter Bogdanovich Máscara (1985), siendo en este caso un joven con displasia craneodiafisaria quien nos demuestre su capacidad de superación y auto aceptación, estando la historia basada, como sucede con El hombre elefante, en un caso real, el de  Roy Lee Dennis. La más reciente Wonder (2017) también aborda un tema similar, y si en la película de David Lynch el protagonista era un adulto y en Máscara era un joven, en esta ocasión será un niño quien viva aquejado por disostosis mandibulofacial. Por último podemos citar Un hombre diferente (2024), donde se presenta este tipo de drama desde un punto de vista diferente e interesante, con el añadido de estar protagonizada por Adam Pearson, un actor que realmente sufre neurofibromatosis, con lo que en este caso no tuvo que someterse a ningún tipo de caracterización para dar vida a su personaje.

Un título que posee una enorme sensibilidad desde la que viene a ejercer una crítica a una sociedad en la que el diferente es apartado y tratado precisamente como si de una criatura de feria se tratara, y es que igual que el pueblo llano visita la atracción del personaje de Bytes para horrorizarse ante la presencia de Merrick, lo mismo harán los miembros de la alta sociedad en sus visitas acordadas para poder encontrarse con este una vez ha encontrado la estabilidad en el hospital en el que trabaja Treves. Diferentes clases sociales y sin embargo igual manera de actuar. Pero igualmente la película nos presenta la otra cara de la moneda presente en la bondad de personajes como el de la señorita Kendal, quien trata a Merrick realmente como un amigo, así como sucede con los compañeros que conviven con Merrick en el circo ambulante donde este es expuesto una vez Bytes lo secuestra del hospital y se lo lleva lejos de Londres, y quienes de hecho le ayudaran a escapar de una vida de miseria y cautiverio para que pueda disfrutar de una efímera felicidad de vuelta a su nuevo hogar. Y es en este protagonismo del diferente donde sí que podemos atisbar ecos de los temas principales tratados en el cine de David Lynch.     

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