EL BESO DE LA PANTERA
Año de Producción: 1982
Duración: 119´
FICHA TÉCNICA
Dirección Paul Schrader
Guion Alan Ormsby
Fotografía John Bailey
Música Giorgio Moroder
Producción Charles W. Fries
INTERPRÉTES
Malcolm McDowell Paul
SINOPSIS
Una joven llega a Nueva Orleans para encontrase con su
hermano, a quien no veía desde que era una niña. Pero nada más llegar a su
nuevo destino y encontrarse con su familiar comenzará a percibir que existe
algo sombrío y prohibitivo en la relación entre ambos, una maldición donde el
sexo, la muerte, la metamorfosis y el incesto van de la mano.
COMENTARIO
Entre mediados de la década de los setenta y la década de
los ochenta Paul Schrader se convertiría en uno de los guionistas más reputados
de Hollywood gracias a sus libretos para películas como Yakuza (1974), Taxi
driver (1976), Toro salvaje (1980), La costa de los mosquitos (1986) o La
última tentación de Cristo (1988), desarrollando paralelamente una más
irregular aunque interesante carrera como director, filmografía en la que El
beso de la pantera acabaría resultando uno de sus trabajos más fascinantes.
Basada en la película de 1942 La mujer pantera, Schrader sin embargo nunca ha considerado
El beso de la pantera como un remake al uso, suponiendo para el cineasta más
una reinterpretación del guion original obra de DeWitt Bodeen. Y sin embargo
son evidentes los homenajes a la película dirigida por Jacques Tourneur en
secuencias como la de la persecución que acaba abruptamente frente a un
tranvía, la escena dentro de la piscina, en ambos títulos uno de los momentos
más celebrados, o el momento en el que una mujer reconoce la maldición en la
joven Irena, llegándose incluso en este caso a bautizar al personaje de Malcolm
McDowell como el gato que en la cinta estrenada cuatro décadas atrás se
encontraba en las oficinas donde trabajaba el protagonista de la cinta de la
RKO.
Lo primero que llama la atención al ver El beso de la
pantera es la pátina visual que posee la película, algo muy marcado y evidente desde
un prólogo donde unos tonos ocres y rojizos enormemente llamativos son los
grandes protagonistas. Y es que de hecho el aspecto estético de la película
cobraría tanta importancia que el propio Schrader consideraría que la película
era tanto obra suya como de Ferdinando Scarfiotti, su mano derecha durante todo
el proceso de preproducción y filmación, y colaborador en funciones de director
de arte o de diseño de producción en películas como Muerte en Venecia (1971),
El último tango en Paris (1972), El precio del poder (1983) o El último
emperador (1987). De hecho el director quería reconocer en los títulos de
crédito el trabajo de Scarfiotti dándole peso prácticamente de codirector de la
película, algo que no le sería permitido desde el estudio para no crear de esta
manera un precedente. Y es este aura visual que posee este título el máximo
responsable que hace del visionado de El beso de la pantera una experiencia que
linda entre una fisicidad enormemente presente en los momentos más marcados a
nivel erótico o de violencia explícita y ese tono onírico y de ensoñación que
recorre todo el metraje. Como nota curiosa dentro del apartado visual y de arte
de la película señalar que dos de las figuras que adornan las jaulas del zoo
donde se desarrolla buena parte de la película, y que de hecho representan a
panteras, serían reutilizadas para adornar el famoso reloj de la torre de
Regreso al futuro (1985). Y es que ambas películas fueron producidas en parte
por Universal, en este caso en colaboración con una filial de la misma RKO que
produjera La mujer pantera cuarenta años atrás.
Cabe reconocer el acierto a la hora de escoger a los dos
protagonistas principales. De una parte, Nastassia Kinski, actriz de culto
gracias a sus papeles en Tess (1979), Corazonada (1981), Paris, Texas (1984),
Los amantes de Maria (1984) o el propio título que nos ocupa, quien confiere a
su personaje esa dualidad que maneja el mismo entre la candidez y la
sexualidad, entre la inocencia y la frialdad. La hija del intérprete Klaus
Kinski, con quien Nastassia viviría una relación tan tormentosa que llegaría a
celebrar su muerte, y de la actriz Brigitte Ruth Tocki, quien rodaría una
secuencia para la película que sería desechada en la sala de montaje y que
tiene lugar durante la ensoñación onírica del personaje de Irena en la cual
habla con su hermano muerto, se convertiría gracias a películas como El beso de
la pantera en una de las musas eróticas del cine de los ochenta. La joven, que
en el momento de la filmación contaba con veintiún años, llegaría a vivir un tórrido
idilio durante el rodaje con Paul Schrader que ella misma se encargaría de dar
por finiquitado una vez acabada la producción, alegando ante un afligido
Shrader que ella siempre se acostaba con los directores de sus películas. Por
otra parte tenemos a un Malcolm McDowell tremendamente cómodo en roles en los
que sus personajes muestran un psique compleja y cercana a la locura, como bien
había dejado patente en películas tan icónicas como La naranja mecánica (1971)
o Calígula (1979), brindándonos un personaje que se mueve entre la repulsión
que nos provocan sus acciones y comportamiento y cierta atracción precisamente
por actuar con absoluta libertad. Les acompañarían en la película igualmente en
papeles protagonistas un John Heard tremendamente popular gracias a sus
apariciones en Big (1988) y especialmente en Solo en casa (1990) y su secuela,
donde daba vida al padre del personaje de Kevin, así como una Annette O´Toole a
quien todo el mundo reconoce por haber encarnado a Lana Lang en Superman III
(1983), siendo asimismo Martha Kent en la serie para televisión Smallville
(2001-2011).
Dentro de los apartados más característicos que cabe
destacar dentro de El beso de la pantera y que contribuirían irremediablemente
a su consideración como título con cierto aire de de culto, a pesar de haber
sido denostado por buena parte de la crítica y del público en el momento de su
estreno, tendríamos que citar dos. De una parte una hipnótica banda sonora que
acompaña a la perfección a unas secuencias que se mueven entre lo pesadillesco,
lo sexual y lo violento, lo real y lo imaginario, la luz y la sombra, siendo
esta obra de un Giorgo Moroder considerado como el pionero de la música
electrónica y colaborador en infinidad de bandas sonoras entre las que podemos
rescatar películas como El expreso de medianoche (1978), Flashdance (1983), El
precio del poder (1983), Top Gun (1986) o Rambo III (1988). Moroder sería
además el mentor del más conocido Harold Faltermeyer, quien seguiría sus pasos
dentro de la música electrónica siendo el autor de icónicos soundtracks como
los de Superdetective en Hollywood (1984) o Tango & Cash (1989). Por último
y dentro del apartado musical reseñar asimismo el conocido tema de David Bowie
Putting out fire y que acompaña tanto los títulos de crédito iniciales como
finales de la película.
Si bien Paul Schrader quería crear una película más
centrada en la generación de ambientes desasosegantes que en el terror puro y
el susto fácil, no eludiría ofrecer al público una versión que se alejaría
frontalmente de esa aura de título de sugestión que posee la película estrenada
en 1942 y dirigida por Jacques Tourneaur. Si a eso añadimos que nos
encontrábamos en pleno auge de los efectos prácticos y de maquillaje así como
en el uso de protésicos y animatrónicos, la película contiene un puñado de
secuencias impactantes protagonizadas por el uso de la explicitud en su
concepción y puesta en pantalla. Escenas como la de la amputación del brazo, el
ataque a la prostituta o la autopsia a la pantera resultan repulsivas y
explícitas, no eludiendo mostrar la violencia con toda su fuerza y crudeza.
Aunque igualmente cierto es que Schrader aplicaría conscientemente el erotismo
como antagonista de estos momentos tan salvajes. Vida y muerte, que es de hecho
uno de los temas centrales de la película. Asimismo, y estrenándose un año más
tarde de películas como Un hombre lobo americano en Londres (1981) o Aullidos
(1981) no podían no mostrar el momento de la transformación en pantera de su
protagonista. Si bien se diseño para ello un traje completo que portaría
Nastassia Kinski, finalmente se optaría por no ser tan explícitos a la hora de
montar la escena de su metamorfosis de mujer en animal, jugando con la oscuridad
de la habitación y fusionándola con momentos donde si puede verse dicha
transmutación. Y es que los efectos prácticos de la película son los otros
responsables de que El beso de la pantera haya cumplido más de cuarenta años
sin resultar artificial u obsoleta en su resultado final.
De esta manera El beso de la pantera, a pesar de no ser, como apuntábamos con anterioridad, un título celebrado por parte de la crítica y el público, quienes en ocasiones la consideran fallida y algo exhibicionista, si que merece ser rescatada de ese cierto ostracismo en base a una serie de elementos reseñables como son la presencia de una Nastassia Kinski nacida para este tipo de papeles, un diseño de producción que brilla a enorme altura y a quien acompañan unos efectos especiales que han convertido en memorables varios momentos de la película, así como el hecho de haber logrado Schrader su objetivo principal de mostrar un título donde el terror, la fantasía y el erotismo van de la mano en una historia de ribetes trágicos mostrada en pantalla como si de una pesadilla que linda entre la vigilia y el sueño se tratara. No podemos por último no rescatar los brillantes momentos brindados por las propias panteras utilizadas en pantalla, sustituidas para planos más generales por pumas pintados de negro dado el hecho que las panteras no pueden ser domesticadas. Y es que la labor de montaje que interconexiona el trabajo de los actores con los primeros planos que muestran las miradas y gestos de estos animales nos hace totalmente creíble exista una comunicación entre ambos, siendo este uno de los elementos principales que logran que toda la película funcione dibujándonos la película una maldición con aires de tragedia teñida de sangre.
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