miércoles, 3 de diciembre de 2025

LA CARA B DE HOLLYWOOD

PIER PAOLO PASOLINI

Pier Paolo Pasolini era uno de esos rara avis que vivieron su vida como les vino en gana, un intelectual que nunca dejó de opinar siempre en total y absoluta libertad, manteniendo firmes sus ideales contra viento y marea y disfrutando de los placeres de la vida sin ningún tipo de duda moral o prejuicio sexual. Cayera quien cayera. Una forma de ser, expresar y sentir que hoy, cincuenta años después de su muerte, todavía hay quien cree le costó la vida una fatídica noche de Noviembre de 1975.

Pasolini sería hijo de un militar afín al movimiento fascista y de una maestra maltratada por su marido y con quien el polifacético artista mantendría un estrecho vínculo y relación que lo marcaría de por vida. Su único hermano, Guido, sería miembro de la Resistencia italiana y moriría abatido en 1945 en plena segunda Guerra Mundial, siendo este otro de los episodios que marcarían a Pier Paolo de por vida. Desde muy temprana edad manifestó sus inquietudes artísticas, lo mismo escribía poesía que ensayo, era músico, pintor, filósofo o cineasta, pero ante todo lo que era es un provocador nato. Primero por expresar sus ideas sin ningún tipo de tapujo ni cortapisa, y, siendo como era un reconocido antifascista en la Italia de los años cuarenta, posiblemente por encontrada oposición a los ideales de un padre al que odiaba, hay que reconocer su valentía. Pero es que su forma de ser y comportarse, lindando en no pocas ocasiones con un libertinaje sexual que le situaría en el centro de no pocos escándalos que sumar  a su reconocida y nunca ocultada homosexualidad, le generaría abundantes problemas personales e incluso con la justicia, llegando a ser acusado de escándalo público en un publicitado incidente con unos menores de por medio que le costaría a Pasolini no pocos problemas personales y profesionales. Y es que su carácter indómito le granjearía incluso las antipatías de compañeros de ideales, llegando a ser expulsado del partido comunista en el que militaba. Ni en sus propias filas le querían cerca.     

Y ese carácter donde lindaba su sensibilidad con una rabia furibunda contra el mundo que le había tocado vivir quedaría plasmado en una filmografía a la que consagraría buena parte de su vida tras debutar a comienzos de la década de los sesenta con Acattone (1961), siendo la suya una carrera cinematográfica que bebería del Neorrealismo italiano fundamentado por directores como Vittorio de Sica o Roberto Rossellini, llevando Pasolini de alguna manera este movimiento cinematográfico al barro y utilizando su cine para seguir plasmando una crítica furibunda a una sociedad que detestaba, parapetando su dialéctica contra los altos estamentos de la misma como eran la nobleza, las clases políticas o el clero. Sus películas son provocadoras, inclasificables por momentos, críticas, mordaces, una colección de títulos sin filtro de ningún tipo pero que poseen un alma propia que convertiría a Pasolini en uno de los grandes cineastas italianos de la segunda mitad del Siglo XX, siendo perfecto ejemplo de esta idea como, a pesar de su ateísmo y odio furibundo a la Iglesia, sería capaz de articular una de las películas más bellas y fieles al texto original dedicadas a la figura de Jesús, El evangelio según San Mateo (1964), posiblemente debido a su espiritualidad así como por su afinidad con el Papa Juan XXIII.  

Otras películas claves en la filmografía de Pasolini serían Pajaritos y pajarracos (1966), Edipo, el hijo de la fortuna (1967), Teorema (1968) o Medea (1969), siendo esta solo una parte de una actividad artística infatigable y que compaginaría con sus otras pasiones como eran la escritura o la pintura.

En la década de los setenta abordaría la llamada como trilogía de la vida, una adaptación de varios de los relatos literarios que habían cautivado en su momento a un jovencísimo Pasolini y que estaría conformada por El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), unos títulos de estilo ligero, lindando en no pocas ocasiones con lo burdo y soez donde el director y guionista dejaría patente una vez más su libertad sexual en forma de filias y fetichismos así como su necesidad de critica constante a estamentos como la iglesia o las clases altas.

Tras estas películas de corte ligero y distendido Pasolini iniciaría una nueva serie de películas a la que bautizaría como trilogía de la muerte y de la que únicamente llegaría a filmar y estrenar Saló, o los 120 días de Sodoma (1975), donde abordaría ese último reducto del fascismo italiano, en realidad un estado títere de la Alemania nazi y que tendría lugar en la República de Saló en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, siendo desde el mismo momento de su estreno considerada como una de las películas más polémicas de la historia del Cine, no tanto por la crítica descarnada contra el fascismo y quienes ostentaban el poder perfectamente representados estos por los villanos de la historia, como por su forma de plasmar en pantalla este reproche, con escenas explícitas de sexo, humillación y violencia extrema presentadas sin ningún tipo de cortapisa, lo que ayuda a la hora de generar en el espectador una sensación de absoluto hartazgo ante lo que está presenciando en pantalla, pero teniendo a la vez que reconocer las cualidades artísticas de la película así como la valentía de su director.

Pasolini no viviría para ver estrenarse la película, sería asesinado apenas tres semanas antes en un polémico episodio de una violencia inusitada y que acabaría con el director totalmente desfigurado, un crimen aún sin resolver. Son varias las hipótesis sobre su asesinato, que fuera obra del acompañante en ese momento del director, un chapero de diecisiete años, durante una discusión entre los dos hombres llevada al extremo, siendo de hecho este joven condenado por la muerte del cineasta, que fuera asesinado por un grupo de personas que casualmente vieran a los dos hombres en actitud amorosa desatando un furibundo ataque de índoles homofóbicos, e incluso se especula con la idea de una muerte orquestada por algunos de esos estamentos a los que la presencia y las declaraciones de Pasolini creaban enorme molestar. Fuera como fuera, hace medio siglo se apagaría la vida de uno de los intelectuales más valientes del Siglo pasado, un tipo brillante y quien viviría sus apenas cincuenta años con esa mezcla de libertad y libertinaje que a día de hoy aún se le recuerda. Y es que como el propio Pasolini reconocía “Escandalizar es un derecho, como ser escandalizado es un placer”.

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