PIER PAOLO PASOLINI
Pier
Paolo Pasolini era uno de esos rara avis que vivieron su vida como les vino en gana,
un intelectual que nunca dejó de opinar siempre en total y absoluta libertad,
manteniendo firmes sus ideales contra viento y marea y disfrutando de los
placeres de la vida sin ningún tipo de duda moral o prejuicio sexual. Cayera
quien cayera. Una forma de ser, expresar y sentir que hoy, cincuenta años
después de su muerte, todavía hay quien cree le costó la vida una fatídica
noche de Noviembre de 1975.
Pasolini
sería hijo de un militar afín al movimiento fascista y de una maestra
maltratada por su marido y con quien el polifacético artista mantendría un
estrecho vínculo y relación que lo marcaría de por vida. Su único hermano, Guido,
sería miembro de la Resistencia italiana y moriría abatido en 1945 en plena
segunda Guerra Mundial, siendo este otro de los episodios que marcarían a Pier
Paolo de por vida. Desde muy temprana edad manifestó sus inquietudes
artísticas, lo mismo escribía poesía que ensayo, era músico, pintor, filósofo o
cineasta, pero ante todo lo que era es un provocador nato. Primero por expresar
sus ideas sin ningún tipo de tapujo ni cortapisa, y, siendo como era un
reconocido antifascista en la Italia de los años cuarenta, posiblemente por
encontrada oposición a los ideales de un padre al que odiaba, hay que reconocer
su valentía. Pero es que su forma de ser y comportarse, lindando en no pocas
ocasiones con un libertinaje sexual que le situaría en el centro de no pocos
escándalos que sumar a su reconocida y
nunca ocultada homosexualidad, le generaría abundantes problemas personales e
incluso con la justicia, llegando a ser acusado de escándalo público en un
publicitado incidente con unos menores de por medio que le costaría a Pasolini no
pocos problemas personales y profesionales. Y es que su carácter indómito le
granjearía incluso las antipatías de compañeros de ideales, llegando a ser expulsado
del partido comunista en el que militaba. Ni en sus propias filas le querían
cerca.
Y
ese carácter donde lindaba su sensibilidad con una rabia furibunda contra el
mundo que le había tocado vivir quedaría plasmado en una filmografía a la que
consagraría buena parte de su vida tras debutar a comienzos de la década de los
sesenta con Acattone (1961), siendo la suya una carrera cinematográfica que
bebería del Neorrealismo italiano fundamentado por directores como Vittorio de
Sica o Roberto Rossellini, llevando Pasolini de alguna manera este movimiento
cinematográfico al barro y utilizando su cine para seguir plasmando una crítica
furibunda a una sociedad que detestaba, parapetando su dialéctica contra los
altos estamentos de la misma como eran la nobleza, las clases políticas o el
clero. Sus películas son provocadoras, inclasificables por momentos, críticas,
mordaces, una colección de títulos sin filtro de ningún tipo pero que poseen un
alma propia que convertiría a Pasolini en uno de los grandes cineastas
italianos de la segunda mitad del Siglo XX, siendo perfecto ejemplo de esta
idea como, a pesar de su ateísmo y odio furibundo a la Iglesia, sería capaz de articular
una de las películas más bellas y fieles al texto original dedicadas a la
figura de Jesús, El evangelio según San Mateo (1964), posiblemente debido a su
espiritualidad así como por su afinidad con el Papa Juan XXIII.
Otras
películas claves en la filmografía de Pasolini serían Pajaritos y pajarracos
(1966), Edipo, el hijo de la fortuna (1967), Teorema (1968) o Medea (1969), siendo
esta solo una parte de una actividad artística infatigable y que compaginaría
con sus otras pasiones como eran la escritura o la pintura.
En
la década de los setenta abordaría la llamada como trilogía de la vida, una
adaptación de varios de los relatos literarios que habían cautivado en su
momento a un jovencísimo Pasolini y que estaría conformada por El Decamerón
(1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), unos títulos
de estilo ligero, lindando en no pocas ocasiones con lo burdo y soez donde el
director y guionista dejaría patente una vez más su libertad sexual en forma de
filias y fetichismos así como su necesidad de critica constante a estamentos
como la iglesia o las clases altas.
Tras
estas películas de corte ligero y distendido Pasolini iniciaría una nueva serie
de películas a la que bautizaría como trilogía de la muerte y de la que
únicamente llegaría a filmar y estrenar Saló, o los 120 días de Sodoma (1975),
donde abordaría ese último reducto del fascismo italiano, en realidad un estado
títere de la Alemania nazi y que tendría lugar en la República de Saló en las
postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, siendo desde el mismo momento de su
estreno considerada como una de las películas más polémicas de la historia del
Cine, no tanto por la crítica descarnada contra el fascismo y quienes
ostentaban el poder perfectamente representados estos por los villanos de la
historia, como por su forma de plasmar en pantalla este reproche, con escenas explícitas
de sexo, humillación y violencia extrema presentadas sin ningún tipo de
cortapisa, lo que ayuda a la hora de generar en el espectador una sensación de
absoluto hartazgo ante lo que está presenciando en pantalla, pero teniendo a la
vez que reconocer las cualidades artísticas de la película así como la valentía
de su director.
Pasolini
no viviría para ver estrenarse la película, sería asesinado apenas tres semanas
antes en un polémico episodio de una violencia inusitada y que acabaría con el
director totalmente desfigurado, un crimen aún sin resolver. Son varias las
hipótesis sobre su asesinato, que fuera obra del acompañante en ese momento del
director, un chapero de diecisiete años, durante una discusión entre los dos
hombres llevada al extremo, siendo de hecho este joven condenado por la muerte
del cineasta, que fuera asesinado por un grupo de personas que casualmente
vieran a los dos hombres en actitud amorosa desatando un furibundo ataque de
índoles homofóbicos, e incluso se especula con la idea de una muerte orquestada
por algunos de esos estamentos a los que la presencia y las declaraciones de
Pasolini creaban enorme molestar. Fuera como fuera, hace medio siglo se
apagaría la vida de uno de los intelectuales más valientes del Siglo pasado, un
tipo brillante y quien viviría sus apenas cincuenta años con esa mezcla de
libertad y libertinaje que a día de hoy aún se le recuerda. Y es que como el
propio Pasolini reconocía “Escandalizar es
un derecho, como ser escandalizado es un placer”.


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