martes, 11 de junio de 2024

LA CARA B DE HOLLYWOOD

STREET FIGHTER, LA ÚLTIMA BATALLA

Hay ocasiones en las que el proceso de creación de una película resulta bastante más interesante que la propia película  en sí. Es algo que ya vimos con The disaster artist, título estrenado en 2017 con el que James Franco dibujaba desde el cariño el proceso de gestación de esa película de culto, por estrambótica, mal escrita, peor filmada y pesimamente interpretada, que es The room. Eso mismo sucede con Street Fighter 2, una de las primeras adaptaciones que se llevaron a la gran pantalla de un videojuego de enorme éxito primero en las salas recreativas y más tarde en las consolas de los hogares, siendo de hecho este título el que obtuviera mayor número de ventas en la historia de Capcom, la compañía desarrolladora que lo lanzo al mercado, resultando en la desorbitada cifra de más de seis millones de copias vendidas.

Esto llevaría a los propios responsables de Capcom a plantear una adaptación cinematográfica de su niño mimado, siendo el presupuesto con el que finalmente contaría la película de treinta y cinco millones de dólares, una cantidad que acercaba el proyecto a los grandes blockbusters de la época. Steven E. de Souza, guionista de enorme prestigio dentro del cine palomitero gracias a sus libretos para películas tan icónicas dentro del género de acción como Límite 48 horas, Commando o Jungla de cristal sería el escogido para escribir y dirigir la película, siendo de hecho esta su primera incursión detrás de las cámaras. Huelga decir que también sería la última. Y es que para el guionista y director los problemas empezarían antes de rodar siquiera un solo metro de película, ya que tras presentar su guion a los responsables de Capcom, y en el que se apostaba por el protagonismo de únicamente siete personajes por aquello de poder abarcar los arcos argumentales de los mismos, sería obligado a introducir en la trama, muchas veces de manera forzada o incluso desvirtuando la propia esencia de estos, a todos y cada uno de los luchadores que formaban parte de Street Fighter 2, todo ello pese a las reticencias de un de Souza que trataba de justificar su libreto inicial referenciando películas como Los siete samuráis, Los siete magníficos o Blancanieves y los siete enanitos. Pero como quien paga manda la película acabaría resultando en un transitar de personajes mal dibujados, y que en ocasiones llevarían a escribir secuencias sin demasiado sentido solo para justificar su incorporación en pantalla, siendo el caso de Blanka el más sangrante para el aficionado, algo a lo que no ayudaría nada el maquillaje francamente deficitario desarrollado para caracterizar al actor encargado de darle vida. Y mientras de Souza lidiaba durante el rodaje día sí y día también con unos productores que dejaban lo de la libertad creativa para otra ocasión, llegarían nuevos problemas aparejados a los dos protagonistas principales de la película, Raúl Julia y Jean Claude Van Damme.

En el caso de Julia, este actor nacido en Puerto Rico fue escogido para encarnar a Bison, el villano de la película, siendo esta por desgracia su última interpretación en cines antes de fallecer víctima de cáncer de estómago sin llegar siquiera a ver estrenada la cinta en cines. De hecho, durante el rodaje, el intérprete de El beso de la mujer araña o La familia Addams ya estaba muy enfermo, lo que llevaría además de a los problemas evidentes de tener que trabajar con alguien en una fase tan avanzada de la enfermedad, a tener que maquillarle o a vestirle con un vestuario amplio para tratar de ocultar su extrema delgadez, todo ello tratando de evitar mostrar en pantalla al intérprete en sus últimos momentos. Pero a pesar de los dolores y el agotamiento, Raúl Julia demostraría una profesionalidad fuera de toda duda cada vez que en el set de rodaje se gritaba la palabra acción, siendo de hecho su presencia en pantalla lo mejor de la película.

Todo lo contrario sucedería con Jean Claude Van Damme. El actor belga, convertido por aquel entonces en una estrella del cine de artes marciales y acción se encontraba sumido en una terrible adicción a la cocaína que llevaría por la calle de la amargura a de Souza y su equipo. Y es que el intérprete de Contacto sangriento llegaba tarde prácticamente a diario a la filmación, incluso había días que ni siquiera aparecía por el rodaje, en muchas ocasiones se encontraba colocado y cuándo hacía acto de presencia estaba más ocupado en perseguir por el set a la cantante y actriz australiana Kylie Minogue que en memorizar sus líneas de guion. Esto llevaría al director a tener que estar constantemente pendiente de la estrella de la película además de a tener que improvisar secuencias no escritas con el resto de actores los días que Van Damme desaparecía para de esta manera no perder días de rodaje.

Si a todo lo anterior sumamos que buena parte del presupuesto de la película se iría en pagar el salario y las excentricidades de Van Damme, lo que ocasionaría falta de dinero para, por ejemplo, dotar de calidad a las secuencias de lucha, que durante la filmación circularían los rumores de un golpe de estado en Tailandia, lugar de rodaje de los exteriores de la cinta, o que buena parte del equipo de rodaje se aficionara en exceso por los masajes tailandeses, podemos concluir que la epopeya de filmar esta adaptación del celebérrimo videojuego se convertiría para sus responsables, con Steven E. de Souza a la cabeza, en un auténtico calvario. El resultado, un título destrozado por la crítica y los puristas del videojuego, todo ello a pesar de recaudar en taquilla tres veces su presupuesto y llegar a convertirse en uno de esos títulos que de tan malos acaban resultando de cierto culto. Y es que a día de hoy la película todavía genera cerca de medio millón de euros de beneficios anuales en concepto de royalties y derechos de emisión. Aunque estimo que ello no consolará a un de Souza que viviría con este rodaje su particular primera y última batalla en el ámbito de la dirección cinematográfica.   

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