STREET FIGHTER, LA ÚLTIMA BATALLA
Hay
ocasiones en las que el proceso de creación de una película resulta bastante
más interesante que la propia película en sí. Es algo que ya vimos con The disaster
artist, título estrenado en 2017 con el que James Franco dibujaba desde el
cariño el proceso de gestación de esa película de culto, por estrambótica, mal
escrita, peor filmada y pesimamente interpretada, que es The room. Eso mismo
sucede con Street Fighter 2, una de las primeras adaptaciones que se llevaron a
la gran pantalla de un videojuego de enorme éxito primero en las salas
recreativas y más tarde en las consolas de los hogares, siendo de hecho este título
el que obtuviera mayor número de ventas en la historia de Capcom, la compañía
desarrolladora que lo lanzo al mercado, resultando en la desorbitada cifra de
más de seis millones de copias vendidas.
Esto
llevaría a los propios responsables de Capcom a plantear una adaptación
cinematográfica de su niño mimado, siendo el presupuesto con el que finalmente contaría
la película de treinta y cinco millones de dólares, una cantidad que acercaba
el proyecto a los grandes blockbusters de la época. Steven E. de Souza,
guionista de enorme prestigio dentro del cine palomitero gracias a sus libretos
para películas tan icónicas dentro del género de acción como Límite 48 horas,
Commando o Jungla de cristal sería el escogido para escribir y dirigir la
película, siendo de hecho esta su primera incursión detrás de las cámaras.
Huelga decir que también sería la última. Y es que para el guionista y director
los problemas empezarían antes de rodar siquiera un solo metro de película, ya
que tras presentar su guion a los responsables de Capcom, y en el que se
apostaba por el protagonismo de únicamente siete personajes por aquello de
poder abarcar los arcos argumentales de los mismos, sería obligado a introducir
en la trama, muchas veces de manera forzada o incluso desvirtuando la propia
esencia de estos, a todos y cada uno de los luchadores que formaban parte de
Street Fighter 2, todo ello pese a las reticencias de un de Souza que trataba
de justificar su libreto inicial referenciando películas como Los siete
samuráis, Los siete magníficos o Blancanieves y los siete enanitos. Pero como
quien paga manda la película acabaría resultando en un transitar de personajes
mal dibujados, y que en ocasiones llevarían a escribir secuencias sin demasiado
sentido solo para justificar su incorporación en pantalla, siendo el caso de
Blanka el más sangrante para el aficionado, algo a lo que no ayudaría nada el
maquillaje francamente deficitario desarrollado para caracterizar al actor
encargado de darle vida. Y mientras de Souza lidiaba durante el rodaje día sí y
día también con unos productores que dejaban lo de la libertad creativa para
otra ocasión, llegarían nuevos problemas aparejados a los dos protagonistas principales
de la película, Raúl Julia y Jean Claude Van Damme.
En
el caso de Julia, este actor nacido en Puerto Rico fue escogido para encarnar a
Bison, el villano de la película, siendo esta por desgracia su última
interpretación en cines antes de fallecer víctima de cáncer de estómago sin
llegar siquiera a ver estrenada la cinta en cines. De hecho, durante el rodaje,
el intérprete de El beso de la mujer araña o La familia Addams ya estaba muy
enfermo, lo que llevaría además de a los problemas evidentes de tener que
trabajar con alguien en una fase tan avanzada de la enfermedad, a tener que
maquillarle o a vestirle con un vestuario amplio para tratar de ocultar su
extrema delgadez, todo ello tratando de evitar mostrar en pantalla al intérprete
en sus últimos momentos. Pero a pesar de los dolores y el agotamiento, Raúl
Julia demostraría una profesionalidad fuera de toda duda cada vez que en el set
de rodaje se gritaba la palabra acción, siendo de hecho su presencia en
pantalla lo mejor de la película.
Todo
lo contrario sucedería con Jean Claude Van Damme. El actor belga, convertido
por aquel entonces en una estrella del cine de artes marciales y acción se
encontraba sumido en una terrible adicción a la cocaína que llevaría por la
calle de la amargura a de Souza y su equipo. Y es que el intérprete de Contacto
sangriento llegaba tarde prácticamente a diario a la filmación, incluso había
días que ni siquiera aparecía por el rodaje, en muchas ocasiones se encontraba
colocado y cuándo hacía acto de presencia estaba más ocupado en perseguir por
el set a la cantante y actriz australiana Kylie Minogue que en memorizar sus líneas
de guion. Esto llevaría al director a tener que estar constantemente pendiente
de la estrella de la película además de a tener que improvisar secuencias no
escritas con el resto de actores los días que Van Damme desaparecía para de
esta manera no perder días de rodaje.
Si a todo lo anterior sumamos que buena parte del presupuesto de la película se iría en pagar el salario y las excentricidades de Van Damme, lo que ocasionaría falta de dinero para, por ejemplo, dotar de calidad a las secuencias de lucha, que durante la filmación circularían los rumores de un golpe de estado en Tailandia, lugar de rodaje de los exteriores de la cinta, o que buena parte del equipo de rodaje se aficionara en exceso por los masajes tailandeses, podemos concluir que la epopeya de filmar esta adaptación del celebérrimo videojuego se convertiría para sus responsables, con Steven E. de Souza a la cabeza, en un auténtico calvario. El resultado, un título destrozado por la crítica y los puristas del videojuego, todo ello a pesar de recaudar en taquilla tres veces su presupuesto y llegar a convertirse en uno de esos títulos que de tan malos acaban resultando de cierto culto. Y es que a día de hoy la película todavía genera cerca de medio millón de euros de beneficios anuales en concepto de royalties y derechos de emisión. Aunque estimo que ello no consolará a un de Souza que viviría con este rodaje su particular primera y última batalla en el ámbito de la dirección cinematográfica.
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