miércoles, 4 de junio de 2025

MARCA DE LA CASA


SERGIO LEONE

A pesar de una carrera de tan solo siete películas en su haber el cine de Sergio Leone ha quedado grabado a fuego en la memoria de todo amante del cine que se precie de serlo. Y esto ha sido así porque a pesar de su escaso bagaje como director, o quizás precisamente debido a ello, lograría reformular el lenguaje cinematográfico para adaptarlo a unas maneras propias en sus películas que acabarían confiriéndole alma de autor, logrando apuntar una serie de constantes en su cine que acabarían siendo su marca de la casa.

LA AMORALIDAD COMO FORMA DE VIDA

Dentro de la propia reformulación del western que marcaría prácticamente toda la carrera de Leone creando con Por un puñado de dólares (1964) la piedra filosofal de lo que vendría a denominarse el spaguetti western, una de las principales características de su cine sería la desaparición de esos héroes de una pieza encarnados por actores de la talla de John Wayne, Gary Cooper o Henry Fonda, no siendo de hecho baladí el convertir al protagonista de películas como Pasión de los fuertes (1946) en uno de los mejores villanos de la historia del cine gracias a su personaje del inmisericorde Frank en Hasta que llegó su hora (1968). Pero no hablamos de esos enormes antagonistas vistos en el cine de Leone, y es que incluso quienes podemos considerar como los buenos de la película son personajes con una escala de valores donde el uso de la violencia, el abuso o la traición no son impedimentos a la hora de alcanzar sus objetivos. De esta forma un personaje tan icónico como el encarnado por Clint Eastwood en la trilogía del dólar, ese hombre sin nombre, tiene en su forma de actuar muy pocos ademanes de héroe, estando de hecho más cerca en su forma de comportarse de los considerados como los villanos de la función. Algo parecido sucedería con el personaje al que da vida Robert De Niro en el testamento cinematográfico del director, Erase una vez en América, gánster al uso y quien incluso acabará violando en pantalla a quien debiera considerarse en un tipo de cine convencional como el amor platónico y referente romántico del protagonista. Este comportamiento ruin y desleal de buena parte de sus personajes es trasladado además a su propia presencia física en pantalla, dejando igualmente de lado los afeitados apurados y vestuarios impolutos de los héroes de antaño para presentarnos a una caterva de personajes marcados por la suciedad en su cuerpo, el polvo del desierto en sus vestimentas y la barba de varios días en su rostro.

PRIMERÍSIMOS PLANOS

Si preguntamos al público general por cual es el elemento que más recuerdan de las películas de Sergio Leone estamos seguros que una amplia mayoría citará esos primerísimos planos tan habituales en el cine del director italiano y que llevarían el enfoque principal a un uso superlativo, siendo en las secuencias de los duelos de sus spaguetti western donde este recurso visual encontraría el mejor de los momentos para su lucimiento. Así, todos recordamos esas imágenes de primeros planos de las manos de los duelistas sobre el revólver y listas para desenfundar, esas bocas apretadas y sujetando cigarrillos a medio consumir o muy especialmente siendo utilizado este recurso para mostrar los ojos de los personajes, remarcando de esta manera unas miradas que no solo servían como elemento estético a la hora de planificar estas secuencias, sino que acercaban la trama y el alma de la película al espectador, ejerciendo de antónimo de lo que sería un plano subjetivo al uso y llevándonos hasta el máximo dentro del límite físico en lo que respecta al acercamiento en el más literal sentido de la palabra a los personajes del cine de Leone.

LA MÚSICA COMO STORYBOARD

En el cine de Leone la música cobra una importancia seminal, siendo en no pocas ocasiones el fundamento sobre el que se basan las secuencias plasmadas en pantalla, y es que si lo habitual es adaptar la música a la película y a las diferentes escenas que la conforman, en el caso del cine del italiano se daría incluso el caso de trabajar en base a una partitura musical ya compuesta. Y es en este apartado donde no podemos no unir la filmografía de Leone a la obra de Ennio Morricone, compañero de colegio del director de El bueno, el feo y el malo y uno de sus colaboradores de cabecera, siendo también destacable en este sentido las aportaciones de Tonino Delli Colli como director de fotografía de sus películas más excelsas. Y es esta manera de trabajar, unida al talento de Leone y Morricone, el que ha llevado a que si bien mucha gente no haya visto una sola película de este cineasta conozca al dedillo los soniquetes musicales de los spagueti western de Leone, banjos, armónicas de pan y silbidos incluidos.

PARAMOS LA PELÍCULA

En un momento como el actual en el que debido al uso de las redes sociales la prioridad a nivel narrativo por parte del espectador es obtener cuántos más estímulos visuales por minuto mejor puede parecer anacrónico un cine como el de Leone, quien gustaba de manejar un montaje con el que detener las secuencias alargándolas casi hasta la extenuación, ralentizando de esta forma la película como queda por ejemplo patente en la escena de la llegada del tren que trae al personaje de Charles Bronson en Hasta que llegó su hora (1968) o el duelo a tres bandas con el que culmina El bueno, el feo y el malo (1966). Un recurso que el cineasta manejaba como nadie para así lograr la mayor inmersión por parte del espectador en estos momentos tan críticos y seminales dentro de sus películas sin que por ello resultaran en una ruptura del ritmo de la misma, todo ello dado el sobresaliente manejo que Leone hacía de estas secuencias así como del timing narrativo. Y es que el cine de Leone es de los que exigen por parte del espectador paciencia y tiempo, no es baladí que la duración media de sus películas fuera de cerca de dos horas y media llegando hasta esas cerca de cuatro horas de metraje de Erase una vez en América (1984). Pero el tiempo no pesa si lo que estamos disfrutando es de enormes títulos dentro de la historia del cine.    

VIOLENCIA SIN FILTROS

Puede que vistas hoy día las películas de Leone no resulten todo lo violentas que en realidad eran, lo mismo que sucede al compararlas con un spaguetti western que a cada nuevo estreno iría incrementando los niveles en el uso y abuso de la violencia. Sin embargo, el cine del director de El coloso de Rodas (1961) destaca no solamente por el uso en pantalla de la violencia más gráfica, siendo en cierta manera precursor de un Sam Peckinpah que llevaría la misma a su máximo paroxismo, sino por la eliminación de cualquier tipo de código ético en su utilización, por lo que podemos ser testigos de elementos de violencia ejercidos sobre niños o mujeres, como bien podemos apreciar en la escena de arranque de Hasta que llegó su hora (1968), la cual sirve además para presentar en sociedad a un personaje tan repulsivo como el de Frank dejando patente hasta donde llega su maldad, lo mismo que sucedía por ejemplo con el villano de La muerte tenía un precio (1965) encarnado con absoluta genialidad por Gian Maria Volonté. No es baladí que estos títulos tuvieran en cierto modo su capa de polémica en el momento de su estreno precisamente por esa presencia tan soez de una violencia sin filtros marcada por un Leone que dejaría de lado la estética de estos momentos para mostrarlos en pantalla con toda su crudeza.  

ESCENARIOS MITICOS

En la ya mencionada reformulación del western que el cine de Leone abordara no podemos dejar de mencionar los escenarios en los que el cineasta enmarcaría sus películas. Y es que si John Ford sería recordado por esos planos generales mostrando las llanuras y las colinas monolíticas tan características de Monument Valley, Leone conferiría esencia propia a su particular cine del oeste ubicando sus historias en desiertos infinitos y pequeñas poblaciones ruinosas, siendo esas las localizaciones más adecuadas para el tipo de historias filmadas por el cineasta. La búsqueda de estos escenarios propiciaría la presencia de Leone y su equipo en tierras españolas, con lugares como el Desierto de Tabernas o Sierra Alhamilla como míticos para el amante del cine de este director, convirtiendo de esta forma a Almería en la cuna del spaguetti western y plató natural donde se rodarían infinidad de películas dentro de este subgénero.    


Sergio Leone es uno de esos cineastas que gracias a su particular manera de entender y filmar el cine se ha convertido, a pesar de una sobresaliente pero escasa filmografía, en todo un mito para el aficionado así como en un referente estético y narrativo de no pocos cineastas que vendrían más tarde. Un tipo capaz de estrenar su trilogía del dólar en tan solo tres años así como de preparar durante más de una década su película más ambiciosa y personal, Erase una vez en América. Lástima que su temprana muerte con apenas sesenta años nos privara de ver en pantalla alguna obra maestra más orquestada por este cineasta tan particular. 

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