Thriller
108´
John McNaughton
Matt Dillon
Sam Lombardo, profesor de instituto en Blue Bay, localidad de Florida, es acusado de violación por parte de la hija de una influyente mujer de la alta sociedad de la ciudad, iniciándose de esta manera un juego de sospechas, acusaciones y traición donde nada es lo que parece y donde la codicia y el sexo son los motores que mueven las relaciones entre acusados y acusadores.
Nacida a rebufo de ese thriller erótico noventero con su punto de inflexión en Instinto Básico (1992), la película de John McNaughton, director de Henry, retrato de un asesino (1986), es un alocado pero muy entretenido ejercicio que mezcla el cine negro con el erotismo light, todo ello enmarcado en cierta forma dentro de ese cine para adolescentes que reflotaría en esa misma década con películas como Scream (1996), American pie (1999) o Crueles intenciones (1999). Con una historia plagada de giros de guion y planteamientos a cada cuel más soprendente, la acertada fotografia de un Jeffrey L. Kimball colaborador habitual de Tony Scott y John Woo es el otro elemento que ayuda a dar forma a una película que, a pesar de ese punto de desmadre que acaba por manifestar, es un muy atinado ejercicio de thriller al que no tomar demasiado en serio.
La película cuenta además con un reconocido plantel de actores y actrices que ayudan a terminar de enmarcar esta historia donde nada es lo parece y capaz de generar hasta tres secuelas que, aunque inferiores en calidad, son igualmente un entretenimiento seguro. Juegos salvajes constataría además gracias a su comentado desnudo integral que Kevin Bacon, además de su talento como intérprete tiene otras cosas enormes.



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