Antes de dar vida a la sexual y peligrosa Catherine Tramell en el exitoso film Instinto básico (1992), convirtiéndose de esta manera en estrella cinematográfica de la década de los noventa, Sharon Stone ya había apuntado maneras como esposa oficial de Arnold Schwarzenegger en Desafío total (1990) propinándole de paso una soberana paliza al actor reconvertido en político. Sin embargo, si retrocedemos un poco más podemos encontrarnos con el que posiblemente sea su papel más bizarro y extraño, superando intervenciones en películas enclavadas dentro de la serie B donde acostumbraba a abundar la testosterona como son Por encima de la ley (1988) o Acción Jackson (1988), donde se encargaría constantemente de interpretar el sempiterno rol de mujer florero dando la réplica a duros de los ochenta como Steven Segal o Carl Weathers respectivamente. No, tampoco nos referimos a su intervención en la pseudo imitación de la saga protagonizada por Indiana Jones junto a un Richard Chamberlain quien, tras colgar los hábitos de El pájaro espino, se vestiría con un sombrero de explorador dispuesto a correr mil y una aventuras en Las minas del rey Salomon (1985) y su continuación Allan Quaterman y la ciudad perdida del oro (1986), cintas donde la actriz no haría precisamente buenas migas con el resto de trabajadores (se ha constatado que compañeros del equipo de rodaje de Stone se orinaron en una olla gigante donde la actriz debía rodar una escena junto a Chamberlain, quien por cierto, sin comerlo ni beberlo sería víctima colateral de los orines dedicados a su partenaire femenina).
Nos referimos a la película dirigida en 1989 por Javier Elorrieta Sangre y arena, adaptación de la obra de Blasco Ibañez donde entre otros compartiría cartel con nombres como los de Ana Torrent, Guillermo Montesinos, José Luis de Villalonga o Antonio Flores, la cual, con toda la razón del mundo, está considerada como la peor de las versiones cinematográficas que existen sobre este relato, incluyendo las protagonizadas por Rodolfo Valentino o Tyrone Power y Rita Hayworth. Lo cierto es que la película ya apuntaba las sobradas maneras de Sharon Stone como actriz de escenas eróticas, las cuales sin embargo son bastante patéticas en la forma en que fueron pensadas y rodadas. De esta manera nos encontramos a la actriz retozando en el campo, en una cama, en una mesa… Así, nos encontramos con una película que es un despropósito a nivel de actuaciones, plagada de diálogos sonrojantes y secuencias mal planificadas y peor rodadas.
Pero llegaría Verhoeven para rescatar a esta actriz superdotada, y no sean mal pensados, posee un coeficiente intelectual de más de 150, de las garras de la mediocridad, dándole una oportunidad que sabría aprovechar encumbrándose como la actriz más sexy de toda la década de los noventa, además de poder demostrar posteriormente que además es una intérprete más que notable, algo que constataría especialmente gracias a Casino (1995). Hoy, con sesenta y seis años cumplidos, continúa trabajando esporádicamente aunque en un segundo plano, demostrando tanto a nivel interpretativo como de belleza que, quien tuvo, retuvo.
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